“Esta es la Argentina del Bicentenario. Un país inmensamente rico, que está lleno de pobres”. La cita es, tal vez, el paradigma del país - paradoja. De la patria de los picos y los valles. De las cimas y las profundidades. Una foto cruda de la tierra desigual, discordante, irregular. Del país de los dirigentes sin pasado, de la riqueza concentrada, de las rémoras que cuelgan del sistema como la ropa del tendedero en medio del huracán. “Esta es la Argentina del Bicentenario. Un país inmensamente rico, que está lleno de pobres”: palabras que desde el palco de la Sociedad Rural, en boca de dirigentes que hablan de pobreza con repentización google, sin asumir ningún tipo de responsabilidad en la producción serial de esa pobreza. Palabras vestidas con la bufanda larga de la hipocresía y profundamente contradictorias: “no queremos un país que deposite cada vez más pobres y desocupados en las villas miseria del conurbano de esta gran ciudad”. Sería hora de revelar las identidades, nombres, apellidos, razones sociales, cargos e historias de los depositantes.
La verdad está escondida apenas detrás del cortinaje. Es rasgar suavemente y aparece. A los propietarios de la economía, a los concentradores de la riqueza, la pobreza les resulta una hipérbole, cuanto más un buen cuadro de Berni. O pura literatura de márgenes sombríos. Cuando les aparece golpeando las puertas de las fortalezas, desde los pozos más profundos de la tierra, descuella la verdad. Que es la convicción absoluta de excluir, de encerrar, de expulsar, de acotar progresivamente un país con puentes levadizos. Sólo para los que alcancen a entrar.
Los privilegiados no distribuyen. Concentran. Y usan sus palcos para solemnizar una condena de cartón. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) -más allá de su falacia original- habla de un 10 por ciento de aumento de la producción industrial en la primera mitad de 2010. Pero el empleo sólo creció el 0,5%. El país del crecimiento a tasas chinas, la tierra de las cosechas históricas no reparte el éxito. Sí suele compartir con voraz generosidad las crisis y las tragedias.
Plagado de diagnósticos, el país - paradoja no aporta más que placebos a la enfermedad. Discursos irrisorios, anuncios altisonantes y vacíos, emociones mentirosas en nombre de una historia contada con la memoria sesgada del que ganó.
Una vez más la Universidad Católica Argentina (UCA) puso en discusión cifras. Que ya nadie debería desconocer pero que vuelven a transformarse en titulares ocasionales por un día. O algunas horas. Uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia en la Argentina, lo que significa el 25%, un cuarto de la población que se encontró con la mayoría de edad como con una locomotora de frente, varios centenares de miles de pibes a los que les levaron los puentes en la cara. Y empieza a quedar del lado de afuera.
Para ellos serán las leyes más duras, las nuevas cárceles, los arrabales de las grandes ciudades y, fundamentalmente, el conglomerado destinado a la expiación social. Con escasa formación educativa, pasados por el exquisito cedazo del mercado laboral, les resta un futuro changarín o un improbable golpe de suerte. Nunca una política integral que los visibilice.
El Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (IDESA) complementa el informe de la UCA. Y dirige la mirada hacia aquellos del grupo que logran conseguir trabajo: dos de cada tres empleos entre los jóvenes entre 18 y 24 son informales y no generan aportes laborales ni previsionales. Subocupación y semimarginalidad. Niños y jóvenes en la Argentina están destinados a purgar las culpas de la historia. El futuro en el patíbulo.
“Esta es la Argentina del Bicentenario. Un país inmensamente rico, que está lleno de pobres”. Dijo el presidente de la Sociedad Rural Cárnica y Sojera del país que produce alimentos para 400 millones pero deja morir a 25 chicos por día de males parientes del hambre.
Pero esta vez los malhechores no han sido identificados por la policía. Ni lo serán por la justicia.
La verdad está escondida apenas detrás del cortinaje. Es rasgar suavemente y aparece. A los propietarios de la economía, a los concentradores de la riqueza, la pobreza les resulta una hipérbole, cuanto más un buen cuadro de Berni. O pura literatura de márgenes sombríos. Cuando les aparece golpeando las puertas de las fortalezas, desde los pozos más profundos de la tierra, descuella la verdad. Que es la convicción absoluta de excluir, de encerrar, de expulsar, de acotar progresivamente un país con puentes levadizos. Sólo para los que alcancen a entrar.
Los privilegiados no distribuyen. Concentran. Y usan sus palcos para solemnizar una condena de cartón. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) -más allá de su falacia original- habla de un 10 por ciento de aumento de la producción industrial en la primera mitad de 2010. Pero el empleo sólo creció el 0,5%. El país del crecimiento a tasas chinas, la tierra de las cosechas históricas no reparte el éxito. Sí suele compartir con voraz generosidad las crisis y las tragedias.
Plagado de diagnósticos, el país - paradoja no aporta más que placebos a la enfermedad. Discursos irrisorios, anuncios altisonantes y vacíos, emociones mentirosas en nombre de una historia contada con la memoria sesgada del que ganó.
Una vez más la Universidad Católica Argentina (UCA) puso en discusión cifras. Que ya nadie debería desconocer pero que vuelven a transformarse en titulares ocasionales por un día. O algunas horas. Uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 24 años no trabaja ni estudia en la Argentina, lo que significa el 25%, un cuarto de la población que se encontró con la mayoría de edad como con una locomotora de frente, varios centenares de miles de pibes a los que les levaron los puentes en la cara. Y empieza a quedar del lado de afuera.
Para ellos serán las leyes más duras, las nuevas cárceles, los arrabales de las grandes ciudades y, fundamentalmente, el conglomerado destinado a la expiación social. Con escasa formación educativa, pasados por el exquisito cedazo del mercado laboral, les resta un futuro changarín o un improbable golpe de suerte. Nunca una política integral que los visibilice.
El Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (IDESA) complementa el informe de la UCA. Y dirige la mirada hacia aquellos del grupo que logran conseguir trabajo: dos de cada tres empleos entre los jóvenes entre 18 y 24 son informales y no generan aportes laborales ni previsionales. Subocupación y semimarginalidad. Niños y jóvenes en la Argentina están destinados a purgar las culpas de la historia. El futuro en el patíbulo.
“Esta es la Argentina del Bicentenario. Un país inmensamente rico, que está lleno de pobres”. Dijo el presidente de la Sociedad Rural Cárnica y Sojera del país que produce alimentos para 400 millones pero deja morir a 25 chicos por día de males parientes del hambre.
Pero esta vez los malhechores no han sido identificados por la policía. Ni lo serán por la justicia.
Fuentes de datos:
Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (IDESA);
INDEC; Universidad Católica Argentina;
Infobae y Diario La Nación.
Gentileza de: Agencia Pelota de Trapo
http://www.pelotadetrapo.org.ar/
http://www.pelotadetrapo.org.ar/
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